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viernes, 2 de septiembre de 2011

CAPÍTULO II: Herejías “mayores” en el Medioevo


ARRIANISMO

Con solo mencionar a la palabra ARRIANO, ya nos sumergimos en un oscuro y amargo capítulo de la historia del cristianismo; el Arrianismo fue una escuela de pensamiento que difería en cuestiones esenciales con la postura oficial de la Iglesia Católica, por lo cual por la misma fue considerada herejía, y condenada varias veces en los concilios ecuménicos.

El arrianismo fue un sistema de creencias religioso-filosófico creado por el presbítero de Alejandría, probablemente de origen libio, de nombre Arrio. La principal característica del pensamiento arriano fue la negación sistemática o total del dogma cristiano de la trinidad, según este, Padre, Hijo y Espíritu eran una misma persona, en tres entes en permanente comunión. Durante casi toda la historia del cristianismo este tema fue objeto de un acalorado debate, ya que fue un punto débil que una religión que así misma se consideraba monoteísta, tuviese tres deidades, o al menos eso se insinuaba. Según Arrio, Jesús no era de naturaleza divina, tampoco era una enseñanza adopcionista, sino más bien que Jesús fue creado por el padre como primer acto de la creación, es decir, Jesús fue creado con atributos divinos, pero en esencia no era un ser divino por sí mismo.

Durante un periodo de tiempo el arrianismo fue revisado y discutido, admitido y rechazado varias veces por los cristianos, en el 325 en el concilio de Nicea, uno de los más importantes en la historia del catolicismo, se lo condenó como herejía, finalmente, en el 381, el primer concilio de Constantinopla se ratificó dicha condena.

Sin embargo, y a pesar de la postura oficial de los líderes cristianos, el arrianismo se mantuvo vivo, e incluso fue religión oficial de algunos reinos godos tras la caída del Imperio Romano de Occidente.

El arriano fue muy problemático a lo largo y ancho de todo el mundo católico, que fue expandiéndose por los antiguos territorios del ya extinto Imperio Romano y por la Europa central y boreal, donde predominaban los adeptos a religiones paganas nórdicas hasta la irrupción en el panorama de Carlomagno, quien por la espada convirtió a las tribus nórdicas al cristianismo, obligándolos a dejar de adorar a Odín y a Thor, y reemplazarlo por la religión cristiana, en estos territorios, por ejemplo, varios pueblos germánicos eran seguidores de la religión arriana, particularmente los visigodos, vándalos, burgundios y ostrogodos.

Incluso Constantino I el Grande fue bautizado en sus últimos días de vida por el obispo arriano Eusebio de Nicomedia.

El hecho de que el arrianismo se haya propagado de forma tan rápida y haya llegado a territorios tan influyentes para el cristianismo se debe principalmente a que resolvía de manera elegante una de las fallas dogmáticas del cristianismo, la trinidad, en ella, un fenómeno del todo inconsistente e irracional, como la fusión de tres entes en uno solo, es decir, una religión que en realidad tiene tres dioses, pero se autodenomina monoteísta, para que los fieles no razonen ni cuestionen dicho concepto, simplemente se lo declaraba como dogma divino y misterio del altísimo, por lo cual, no podía ser sujeto de reflexión ni análisis.
En cambio, la idea de Arrio, era sumamente atractiva y más cómoda para la mente humana, además dejaba una herramienta política de sumo valor para los monarcas de la época, el poder no residía en los clérigos, sacerdotes ni obispos, por lo que vimos, estos ejercían una mera función administrativa de la religión y sus oficios, sin embargo, los que de verdad la aprovechaban con finalidad política, fueron los monarcas, ya que, en una clara anticipación a lo que se sería el anglicanismo posterior, ellos mismos eran líderes supremos de la iglesia, por lo tanto el poder residía de manera absoluta en ellos.

Dicha situación jamás gustó a los clérigos cristianos, que al ver amenazada su influencia, condenaron y persiguieron a los adeptos a las enseñanzas de Arrio.

De este modo, luego, al instituirse el Pontificado, establecieron una potencia religiosa supranacional y con influencia y poder sobre casi toda la Europa y el mediterráneo.




LOS CÁTAROS

Tuvieron distintas denominaciones, como albigenses,  se propagó sobre la Europa occidental a mediados del siglo X, llegó a asentarse hacia el siglo XIII en las tierras del mediodía francés; el catarismo muchas veces es caracterizado como un movimiento con influencia gnóstica y dualista.

El catarismo pregonaba en sus principales postulados, que la dualidad creadora era Dios y Satanás, predicaba que la salvación se alcanzaba a través del ascetismo (12) y el rechazo del mundo material. Según los cátaros, éste era obra del demonio.

La Iglesia Católica, preocupada por estas ideas, decidió enviar misiones para convertir a los equivocados cátaros, pero no hubo muchos resultados; en cambio, los cátaros adquirían cada vez más adeptos, y por lo tanto, poder e influencia.

La situación era clara, si se dejaba sin tratar el asunto de los cátaros, estos terminarían por imponerse como creencia dominante en Francia, y por lo tanto, luego empezarían a expandir su área de influencia a otras regiones de la Europa occidental. Si no, entonces, por lo menos, si se tomaban medidas tardías, era posible la separación de un reino independiente de Francia, con una corona cátara. Estas ideas preocuparon a Francia, que rápidamente respondieron al llamado de la Iglesia Católica a realizar una cruzada contra los cátaros. La llamada cruzada albigense del año 1209, se decidió a erradicar con violencia al movimiento disidente de la Iglesia, al finalizar el siglo XIII, el movimiento pasó a la clandestinidad, y debilitado por esta condición, fue extinguiéndose lentamente.

En este particular caso vemos que ante cada movimiento de distinta forma de pensar, la Iglesia movilizaba recursos para erradicarlo y hacerlo desaparecer, siempre dentro de sus fronteras de expansión, en cambio, en las zonas marginales o en los límites geográficos de la cristiandad, no eran combatidos con tal fuerza.

LOS LOLARDOS
John Wyclif
Conocido también con el nombre de Wyclifismo, fue un movimiento de carácter religioso y también político de finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV, el cual se caracterizó por agruparse sus miembros en cofradías, las cuales se encargaban de cuidar a los enfermos durante las epidemias. El nombre mismo de lolardos proviene del holandés “lullen” que significa “canturrearen en voz baja”, en una alusión a sus salmos.

En su expansión, provinieron de Alemania y se expandieron hacia los países bajos del actual Benelux, e incluso en las islas británicas, fue en Inglaterra donde John Wyclif los organizó como grupo, que sería proscrito en el concilio de 1414-1418.

Al movimiento también conocido como wyclifismo se lo considera como precursor de la reforma, ya que su principal objetivo siempre fue éste.

Entre sus principales preceptos estaba la creencia de que la devoción era un requisito para que un sacerdote fuera verdadero ministro de la religión, o para que administrara de forma válida los sacramentos, de este modo, los laicos que contaban con niveles superiores de devoción también podrían administrar los sacramentos, esta idea se mostro claramente contraria a la estructura jerárquica de la Iglesia. Creían en cierta forma de predestinación o propósito insoslayable de dios para con los acontecimientos humanos. Defendían la doctrina de la pobreza apostólica y negaban la doctrina romana de la transubstanciación (13).

El concilio de Constanza en el 1415 oficialmente los caracterizó como herejía.


LOS VALDENSES

La Iglesia Valdense actualmente es considerada una comunidad protestante dentro del mundo cristiano, movimiento al cual se unió a partir del siglo XVI, la ciencia histórica no encontró aún consenso respecto a los orígenes del movimiento valdense, sin embargo algunas investigaciones bastante fiables apuntan a que fue un fenómeno aislado surgido en el siglo XII llevado a cabo por un francés de nombre Vaudes o Valdés. Otras fuentes, especialmente los protestantes sugieren que el movimiento ya tiene sus orígenes en la época de Constantino (siglo IV).

De tinte claramente reformista, los valdenses tradujeron la biblia a lenguas locales como el occitano (14), la Iglesia no traducía los textos bíblicos aduciendo los altos costes, ya que traducirlos en promedio llevaba a un monje un trabajo de tres años.

Ante este fenómeno y la práctica valdense de que laicos (no sacerdotes ni clérigos) predicaban las escrituras, los valdenses ganaron muchos adeptos, los cuales antes eran de la Iglesia Católica, es más, realizaron una fuerte obra misionera por regiones europeas, como Polonia, hasta la misma frontera con Rusia, y con esa misma labor también visitaron España, Alemania, Suiza y Francia.

Su predicación laica alarmó a la Iglesia, y en 1179 el papa Alejandro III prohibiese a Valdo la predicación, a pesar de que el mismo Valdo había apelado al prelado. Valdo respondió a la jerarquía eclesiástica con las palabras de la Biblia misma, de Hechos 5:29:
Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”.

Ante la terquedad de los valdenses, que ya habían sido amenazados con la excomunión, siguieron predicando, por lo que el papa Lucio III en 1184 los excomulgó y Bellesmais, obispo de la diócesis de Lyon los expulsó.

El clero fue ineficaz para detener el avance de Valdés y sus seguidores, que ya estaban bien establecidos en regiones españolas como Cataluña, motivo por el cual, los sacerdotes pidieron al papa Celestino III que tomase medidas más importantes, el papa medió ante el monarca Alfonso II de Aragón, quién dictó el siguiente decreto:
Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la Santa Iglesia, son enemigos declarados de este reino, y tienen que abandonarlo, e igualmente todos los estados de nuestros dominios. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus perniciosos discursos o proporcionarles alimentos, atraerá por esto la indignación de Dios Todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados si apelación y será castigado como culpable del delito de lesa majestad; además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos miserables sepa que si los ultraja, los maltrata o los persigue, no hará con esto nada que no nos sea agradable”.

Con este decreto, la persecución a los valdenses se volvió notable, en un solo acto, como ejemplo, se quemaron vivos a 114 valdenses.

Los valdenses, de gran influencia dualista en sus conceptos, rechazaban la veneración de imágenes y la existencia del purgatorio, la veneración a María y las oraciones a los santos, el arrepentimiento de última hora y la veneración de la cruz y de reliquias. También marginaban tradiciones del catolicismo como la confesión a un sacerdote de los pecados. Rechazaban también el bautismo infantil y la pena de muerte, a pesar de que no todos los grupos valdenses tenían posturas iguales respecto a estos temas. Además consideraban al anticristo (15) a la Iglesia Romana y no tenían permitido la fabricación o utilización de material bélico o la participación en guerras o conflictos armados.

Al principio los ministros valdenses practicaban el celibato, hasta que surgió la reforma y se planteó su continuación o no, a lo cual abandonaron esta práctica, tachándola de “demoniaca”.

En épocas más recientes, el papa Juan Pablo II se reunió con los adeptos valdenses en Austria, donde pidió perdón en nombre de la Iglesia Romana a esta comunidad.


LOS ESPIRITUALES

O más específicamente conocidos como franciscanos espirituales fueron una corriente extrema dentro de la orden franciscana (16), la cual pregonaba desde fines del siglo XIII la idea del retorno a la pobreza absoluta que propició el fundador de la orden, Francisco de Asís. Se enfrentaron con el papa Juan XXII, al cual denunciaron como hereje, esto provocó la recíproca condena de éste último a los espirituales en el 1318, fueron conocidos también con los nombres de fratres celantes, fratres pauperes y pauperes eremitae. Posterior a la condena por parte del papa, algunos se alinearon de vuelta a la Iglesia, otros formaron una nueva fundación dirigida por Ángelo da Clareno y otros se pasaron a los rebeldes fraticelli (17).

Su rigidez en la observancia de los postulados de San Francisco de Asís los llevaron a ser la línea dura de la congregación, no reconocían autoridades eclesiales, incluso la del mismo Papa, además restringían mucho el estudio, debido a la convicción de que comprometían los primitivos ideales de San Francisco. Tendían a la vida más retirada y contemplativa.

La orden de los Franciscanos quedó oficialmente constituida en 1209, para pertenecer a la misma, era obligatoria la observación de la norma franciscana primordial, la pobreza. Aún así, las interpretaciones varias en torno a esta idea llevaron a pujas y luchas intestinas dentro del movimiento, vanos fueron los intentos de unificar todos los criterios por el pontificado, igual, surgieron descontentos y cismas dentro de la orden, por lo cual se propició que aparecieran los llamados franciscanos espiritualistas.

Una puja claramente por el poder y el liderazgo dentro de la orden, resultado del vacío estructural y jerárquico de la misma, probablemente condujo al resultado que luego conocimos por medio de la historia.
LOS BOGOMILIOS

Fundado por un predicador disidente en el siglo X, Bogomilo, fueron considerados herejes en el reino búlgaro y en el Imperio bizantino. Sus posturas doctrinales eran muy similares a las de los cátaros, fueron víctimas de esporádicas persecuciones y condenas, en el siglo XV un pequeño grupo logró escapar a Ucrania y Rusia.

De carácter esencialmente religioso y político, resistieron a las autoridades de la iglesia y hasta las políticas también. Propugnaban por el retorno a los antiguos días del cristianismo, no construían templos, sino que se reunían al aire libre, de creencia marcada por una interpretación dualista, creían que el mundo fue creado por dios, y que al mismo tiempo ya existía el demonio, según los bogomilios, lo espiritual era bueno, y lo material malo, además su interpretación sobre Jesús de Nazaret fue adopcionista, probablemente por la influencia que los eslavos cristianizados recibieron de sus intercambios con culturas como la persa.

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